Han pasado, fugazmente, tres meses desde mi último post.
Tres meses frenéticos, en los que he tenido ocasión de viajar por mi trabajo a lugares como Estambul, Nueva York y Roma.
Tres meses que han pasado tan rápido como un segundo, o como toda una vida.
Nuestro cerebro sería perfecto si permitiera congelar en la memoria determinados instantes, para recobrarlos con todo detalle en otro momento.
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