20 de febrero de 2006

Metrópolis: México Distrito Federal

Cuestiones ajenas a la arquitectura me han llevado de nuevo fuera de España. Durante la pasada semana he estado trabajando en la capital de México, lo que me ha permitido disfrutar ocasionalmente de su arquitectura y su gastronomía. A ellas dedico éste y los siguientes artículos.


Es impresionante la aproximación en avión al Distrito Federal, especialmente cuando, como era el caso, las nubes y la polución están altas, y permiten que el sol ilumine la trama urbana metropolitana. A medida que el avión se acerca a su destino, la ciudad parece infinita, dejando entrever tan sólo diversos relieves de origen volcánico. Algo más cerca, la trama comienza a revelar los colores característicos de la arquitectura vernácula, y ya en el suelo, se tarda poco tiempo en constatar el abuso del automóvil y la falta de planificación de las infraestructuras.

Con D.F. me ocurre lo que con Sao Paulo. Las grandes distancias y, sobre todo, la psicosis con la seguridad ciudadana, la han convertido en una ciudad incómoda para el visitante ocasional, y no decir para el turista. En el Distrito Federal uno hace todo lo posible por evitar caminar más de diez metros, permaneciendo anclado al "taxi de sitio".

Conocer una ciudad es caminarla; no hacerlo, conduce inevitablemente al desconcierto. Eso hace que, para el viajero, el Distrito Federal sea una ciudad de mapas imposibles.

México es una ciudad poco conocida, y, desde luego, infravalorada respecto a su potencial real. Sus autoridades deberían dedicar más tiempo y recursos a promocionarla como destino turístico y cultural. Especialmente en un momento en que el vecino del norte tiende a aislarse del mundo, y la vieja capital de América del Sur, Buenos Aires, sigue dando tumbos buscando lo que es, será, o dejó de ser.

Hay rincones maravillosos, como las colonias del Valle, San Angel, o Polanco. Todo el peso de la historia se percibe en el Museo Antropológico o en el Zócalo; y toda la esencia del México profundo se palpa cualquier domingo en la Basílica de Guadalupe. Las razas, la Fe, la muerte, lo indígena y lo occidental, se dan la mano a los pies de un importantísimo lugar de peregrinación, de arquitectura nefasta (la mala arquitectura, mal envejece).

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