“UN ENEMIGO PARA TODOS NOSOTROS”
Eduardo Aguirre, Embajador de Estados Unidos en España y Andorra
Confío en que no es necesario contar los detalles de los sucesos de aquel día. No es necesario explicar a los lectores españoles las consecuencias de aquellos atentados. Todos recordamos las horrendas imágenes. Pero no podemos y no debemos olvidar a las víctimas y sus seres queridos. Y no podemos evitar el simple hecho de que hoy las sociedades abiertas se enfrentan a una amenaza seria y existencial.
El mundo está envuelto en un conflicto con el terrorismo transnacional, que predica la violencia, la intolerancia y el extremismo, y hemos de entender la naturaleza y las ambiciones de nuestro enemigo...
El 11 de Septiembre no inauguró una era. Pero nos abrió los ojos a una amenaza que había estado cobrando fuerza y había comenzado a asesinar años atrás. Si hubiéramos mirado con más detenimiento 10 años antes, habríamos visto la determinación y la crueldad de estos terroristas.
Sus ambiciones, como su brutalidad, también están claras. En numerosas declaraciones han reiterado su incesante guerra contra la libertad, contra la democracia y contra todo el que se oponga a su rígida visión de una utopía. El régimen talibán dejó entrever lo que tratan de imponer en todo el planeta: un dogma despiadado, tiránico y perverso que oprime a millones de personas, prohíbe que las niñas vayan a colegio, recluye a las mujeres en su casa y propugna que la policía religiosa golpee y azote a los que considera poco piadosos.
Esta es la naturaleza de nuestro enemigo. Ni qué decir tiene que no se rata de una ideología con la que podemos negociar. No se puede disuadir o corregir a los fanáticos terroristas. No puede haber coexistencia pacífica con aquellos cuyo propósito y cuyo objetivo es aniquilarnos.
En 2001, un país entero se había convertido en santuario y campo de entrenamiento de terroristas. Ese país albergaba a una organización que tramó atentados en cuatro continentes y asesinó a 3.000 civiles inocentes en un lapso de 100 minutos. La faceta militar era necesaria e inevitable, y por eso EE.UU. utilizó la fuerza para destruir el régimen talibán y el refugio de Al Qaeda. Hoy, Estados Unidos y sus socios de la OTAN, entre los que España desempeña un valioso e importante papel, continúan trabajando para garantizar la estabilidad en Afganistán, eliminar los vestigios del régimen talibán y ayudar al país a avanzar y convertirse en una democracia sólida.
Pero es un error creer que las acciones militares son el límite de la respuesta de EE.UU. al terrorismo. Esta lucha exige una estrecha coordinación y cooperación entre los organismos responsables de hacer cumplir la ley, la Inteligencia y las autoridades financieras, y eso es precisamente lo que están haciendo Europa y EE.UU. Juntos, estamos congelando los activos financieros de los terroristas y desarticulando redes de reclutamiento. Estamos localizando, deteniendo y juzgando a los organizadores e inspiradores de la violencia terrorista.
Éstas son respuestas necesarias y apropiadas a la amenaza del terrorismo internacional, pero no son suficientes. Se trata de un conflicto ideológico contra una fuerza política violenta opuesta a todo lo que representan las sociedades abiertas y democráticas. Y sólo ganando la batalla ideológica, durante años y generaciones, se podrá derrotar a la amenaza del terrorismo.
El primer paso es rechazar la ideología de los terroristas. La culpa de las muertes causadas por el terrorismo es sólo de los terroristas, no de los que se oponen a él. Los terroristas no pueden convencer, así que tratan de intimidar, confundir y engañar. La abrumadora mayoría de las víctimas de los atentados terroristas islamistas han sido los propios musulmanes, porque, a pesar de la retórica de los terroristas, su más temible enemigo no es Occidente, son la moderación, la tolerancia y la dignidad humana de la inmensa mayoría dentro de las sociedades musulmanas. Y en todo el mundo musulmán, la gente de fe, de paz y de tolerancia está mostrando que rechaza el camino de los terroristas. Sólo ellos pueden impedir que éste avance, minar su fuerza y contrarrestar su veneno. Ellos serán los vencedores sobre el extremismo pseudoislamista.
Podemos ayudarles. A través de programas como el Foro para el Futuro, del G-8, EE.UU. está apoyando iniciativas de países de todo el mundo musulmán para fomentar una mayor apertura política y económica, fortalecer la sociedad civil y crear más oportunidades para las mujeres. Este es el segundo paso, vital. Pero necesitamos la ayuda de todos. El silencio y la negativa a implicarse juegan en favor de los extremistas.
Están en juego la seguridad y el carácter abierto de nuestras sociedades democráticas. Está en peligro la posibilidad de una paz duradera. En palabras del presidente Bush, se trata de «la gran batalla ideológica del siglo XXI» y de «un llamamiento a nuestra generación». Perder es algo que no podemos permitirnos.
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11 de septiembre de 2006
27 de mayo de 2006
Tres meses, una vida
Han pasado, fugazmente, tres meses desde mi último post.
Tres meses frenéticos, en los que he tenido ocasión de viajar por mi trabajo a lugares como Estambul, Nueva York y Roma.
Tres meses que han pasado tan rápido como un segundo, o como toda una vida.
Nuestro cerebro sería perfecto si permitiera congelar en la memoria determinados instantes, para recobrarlos con todo detalle en otro momento.
Tres meses frenéticos, en los que he tenido ocasión de viajar por mi trabajo a lugares como Estambul, Nueva York y Roma.
Tres meses que han pasado tan rápido como un segundo, o como toda una vida.
Nuestro cerebro sería perfecto si permitiera congelar en la memoria determinados instantes, para recobrarlos con todo detalle en otro momento.
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Palabras de otro,
Tiempo y vida
18 de enero de 2006
"Leyes fundamentales de la estupidez humana", por Carlo Cipolla
PRIMERA LEY. "Siempre, e inevitablemente, cada uno de nosotros subestimamos el número de individuos estúpidos en circulación".
SEGUNDA LEY. "La probabilidad de que una persona determinada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona".
TERCERA LEY. "Una persona estúpida es una persona que causa un daño a otra persona o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio".
CUARTA LEY. "Las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas. Los no estúpidos, en especial, olvidan constantemente que en cualquier momento y lugar, y en cualquier circunstancia, tratar y/o asociarse con individuos estúpidos se manifiesta infaliblemente como costosísimo error".
QUINTA LEY. "La persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que existe. El estúpido es más peligroso que el malvado".
Primera Ley Fundamental: Siempre, e inevitablemente, cada uno de nosotros subestimamos el número de individuos estúpidos en circulación
A primera vista esta afirmación puede parecer trivial, o más bien obvia, o poco generosa; o quizás las tres cosas a la vez. Sin embargo, un examen más atento revela de lleno la rotunda veracidad de esta afirmación. Cipolla considera que por muy alta que sea la estimación cuantitativa que se haga de la estupidez humana, siempre quedaremos sorprendidos de forma repetida y recurrente por el hecho de que personas que uno ha considerado racionales e inteligentes en el pasado resultan ser inequívocamente estúpidas. Día tras día, con una monotonía incesante, vemos cómo entorpecen y obstaculizan nuestra actividad individuos obstinadamente estúpidos, que aparecen de improviso e inesperadamente en los lugares y en los momentos menos oportunos.
La Primera Ley Fundamental impide la atribución de un valor numérico a la fracción de personas estúpidas respecto del total de la población. Cualquier estimación numérica resultaría ser una subestimación. Por ello en las líneas que siguen se designará la proporción de personas estúpidas en el seno de una población con el símbolo σ.
Segunda Ley Fundamental: La probabilidad de que cierta persona sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de esa persona.
No todos los humanos son iguales ya que unos son más estúpidos que otros. Según Cipolla, el grado de estupidez viene determinado genéticamente por la naturaleza, pero no está asociado a ninguna otra característica de raza, sexo, nacionalidad o profesión.
El profesor Cipolla realizó amplios estudios demográficos con muy diversos sectores de la población. Inicialmente afirma haber comprobado que entre los trabajadores "de cuello azul" existía una fracción σ de estúpidos y que esa fracción era mayor de lo que esperaba, con lo que se confirmaba la primera Ley. Sospechando que podía deberse a falta de cultura o a marginalidad social estudió muestras de trabajadores "de cuello blanco" y a estudiantes, comprobando que entre ellos se mantenía la misma proporción. Más sorprendido aún quedó al medir el mismo parámetro entre los profesores de universidad. Decidió por tanto expandir sus estudios hasta la élite de la sociedad, los laureados con el Premio Nobel. El resultado confirmó el poder supremo de la naturaleza: una proporción σ de laureados con el Nobel son estúpidos.
Tercera Ley Fundamental (o de Oro): una persona estúpida es aquella que causa pérdidas a otra persona o grupo de personas sin obtener ninguna ganancia para sí mismo e incluso incurriendo en pérdidas.
El análisis de costes y beneficios de Carlo M. Cipolla permite clasificar a los seres humanos en cuatro tipos de personas, cada uno de los cuales ocupa un cuadrante en un sistema de coordenadas. Si representamos en el eje de abcisas el beneficio, positivo o negativo, que obtiene el individuo y en el eje de ordenadas el beneficio (+) o coste (-) que causa a los demás, podemos definir y estimar las coordenadas de los siguientes tipos:
Desgraciado (D) Aquel que se causa un perjuicio a sí mismo, beneficiando a los demás.
Inteligente (I) Aquel que se beneficia a sí mismo, beneficiando a los demás.
Bandido (B) Aquel que obtiene beneficios para sí mismo, perjudicando a los demás.
Estúpido (E) Aquel que causa pérdidas a otros, perjudicándose a la vez a sí mismo.
Distribución de Frecuencia
La mayoría de los individuos no actúa consistentemente. Bajo ciertas circunstancias una persona puede actuar inteligentemente y en otras actuar como desgraciado. La única importante excepción a esta regla es la de las personas estúpidas que normalmente muestran una fuerte tendencia hacia un comportamiento estúpido en cualquier actividad o empresa. Para los demás, podremos calcular su posición en el eje de coordenadas del gráfico 1 como una media de los resultados de sus acciones en términos de costes y beneficios causados sobre sí mismos y sobre los demás. Esta posibilidad nos permite hacer la siguiente digresión:
Consideraremos un "bandido perfecto" aquel que mediante sus acciones obtiene para sí mismo un beneficio igual al coste que origina en los demás. Es el caso del ladrón que roba a otro cien euros sin causarle ningún coste adicional. Esta situación puede ser definida como un "juego de suma cero" en el que el conjunto de la sociedad ni gana ni pierde. El "bandido perfecto" quedaría representado en el eje de coordenadas del gráfico 2 sobre la línea OM que bisecta el cuadrante B.
Sin embargo los "bandidos perfectos" son relativamente escasos. Es más frecuente que haya "bandidos inteligentes" (Bi) que obtienen más beneficios que los costes que causan, o "bandidos estúpidos" (Be), que para obtener algún beneficio causan un coste alto a los demás. Desgraciadamente los bandidos que permanecen por encima de la línea OM son relativamente poco numerosos. Es mucho más frecuente el individuo Be. Ejemplo de este último puede ser el ladrón que destroza los cristales de un coche para robar su radio o el que asesina a alguien para irse con su mujer a pasar un fin de semana en Montecarlo.
El poder de la estupidez
Los estúpidos son peligrosos y funestos porque a las personas razonables les resulta difícil imaginar y entender un comportamiento estúpido. Una persona inteligente puede entender la lógica de un bandido. Las acciones de un bandido siguen un modelo de racionalidad. El bandido quiere obtener beneficios. Puesto que no es suficientemente inteligente como para imaginar métodos con que obtener beneficios para sí procurando también beneficios a los demás, deberá obtener su beneficio causando pérdidas a su prójimo. Ciertamente, esto no es justo, pero es racional, y siendo racional, puede preverse. En definitiva, las relaciones con un bandido son posibles puesto que sus sucias maniobras y sus deplorables aspiraciones pueden preverse y, en la mayoría de los casos, se puede preparar la oportuna defensa.
Con una persona estúpida todo esto es absolutamente imposible. Tal como está implícito en la Tercera Ley Fundamental, una criatura estúpida nos perseguirá sin razón, sin un plan preciso, en los momentos y lugares más improbables y más impensables. No existe modo racional de prever si, cuando, cómo y por qué, una criatura estúpida llevará a cabo su ataque. Frente a un individuo estúpido, uno está completamente desarmado.
Puesto que las acciones de una persona estúpida no se ajustan a las reglas de la racionalidad, es lógico pensar que tienen todas las de ganar porque generalmente el ataque nos coge por sorpresa. Incluso cuando se tiene conocimiento del ataque, no es posible organizar una defensa racional porque el ataque, en sí mismo, carece de cualquier tipo de estructura racional.
El hecho de que la actividad y los movimientos de una criatura estúpida sean absolutamente erráticos e irracionales, no sólo hace problemática la defensa, sino que hace extremadamente difícil cualquier contraataque. Y hay que tener en cuenta también otra circunstancia: la persona inteligente sabe que es inteligente; el bandido es consciente de que es un bandido y el desgraciado incauto está penosamente imbuido del sentido de su propia candidez. Pero al contrario que todos estos personajes, el estúpido no sabe que es estúpido y esto contribuye en gran medida a dar mayor fuerza, incidencia y eficacia a su poder devastador.
Cuarta Ley Fundamental: Las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas. Los no estúpidos, en especial, olvidan constantemente que en cualquier momento, lugar y circunstancia, tratar y/o asociarse con individuos estúpidos se manifiesta infaliblemente como un costosísimo error.
No hay que asombrarse de que las personas desgraciadas e incautas, es decir, las que en los gráficos 1 y 2 se sitúan en el cuadrante D, no reconozcan la peligrosidad de las personas estúpidas. El hecho no representa sino una manifestación más de su falta de previsión. Pero lo que resulta verdaderamente sorprendente es que tampoco las personas inteligentes ni los bandidos consiguen muchas veces reconocer el poder devastador y destructor de la estupidez. Es extremadamente difícil explicar por qué sucede esto. Se puede tan sólo formular la hipótesis de que, a menudo, tanto los inteligentes como los bandidos, cuando son abordados por individuos estúpidos, cometen el error de abandonarse a sentimientos de autocomplacencia y desprecio en lugar de preparar la defensa y segregar inmediatamente cantidades ingentes de adrenalina ante tamaña situación de peligro.
Uno de los errores más comunes es llegar a creer que una persona estúpida sólo se hace daño a sí misma, pero esto no es más que confundir la estupidez por la candidez de los desgraciados.
A veces hasta se puede caer en la tentación de asociarse con un individuo estúpido con el objeto de utilizarlo en provecho propio. Tal maniobra no puede tener más que efectos desastrosos porque:
a) Está basada en la total incomprensión de la naturaleza esencial de la estupidez y
b) Da a la persona estúpida la oportunidad de desarrollar sus capacidades aún más allá de lo originalmente supuesto. Uno puede hacerse la ilusión de que está manipulando a una persona estúpida y, hasta cierto punto, puede que incluso lo consiga, pero debido al comportamiento errático del estúpido, no se pueden prever todas sus acciones y reacciones y muy pronto uno se verá arruinado y destruido sin remedio.
A lo largo de los siglos, en la vida pública y privada, innumerables personas no han tenido en cuenta la Cuarta Ley Fundamental y esto ha ocasionado pérdidas incalculables.
Macroanálisis y Quinta Ley Fundamental: La persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que existe.
Las consideraciones finales de la Ley cuarta nos conducen a un análisis de tipo "macro", según el cual, en lugar del bienestar individual, se toma en consideración el bienestar de la sociedad, definido, en este contexto, como la suma algebraica de las condiciones del bienestar individual. Es esencial para efectuar este análisis una completa comprensión de la Quinta Ley Fundamental. No obstante, es preciso añadir que de las cinco leyes fundamentales, la Quinta es, de largo, las más conocida.
El corolario de la ley dice así: "El estúpido es más peligroso que el bandido".
La formulación de la ley y el corolario son aún del tipo "micro". Sin embargo, tal como hemos anunciado anteriormente, la ley y su corolario tienen profundas implicaciones de naturaleza "macro". Si todos los miembros de una sociedad fuesen bandidos perfectos, la sociedad quedaría en una situación estancada pero no se producirían grandes desastres. Todo quedaría reducido a transferencias masivas de riqueza y bienestar. Pero cuando los estúpidos entran en acción las cosas cambian completamente. La personas estúpidas ocasionan pérdidas a otras personas sin obtener ningún beneficio para ellas mismas y, por consiguiente, la sociedad entera se empobrece.
El gráfico 3 muestra un sistema de clasificación simple entre las acciones que causan beneficio o perjuicio a la sociedad como un todo. Toda actividad representable a la derecha de la línea NOM implica una redistribución con beneficio social neto, mientras que las actividades que caen a la izquierda o debajo de dicha línea implican pérdidas sociales netas.
El profesor Carlo M. Cipolla, erudito historiador que ha investigado intensamente la sociedad clásica romana, la sociedad medieval y muchas otras de la antigüedad, está perfectamente cualificado para afirmar, como hace, que el coeficiente σ es una constante histórica. ¿Por qué entonces unas sociedades prosperan y otras entran en decadencia? Depende exclusivamente de la capacidad de los individuos inteligentes para mantener a raya a los estúpidos.
Más aún: en las sociedades en decadencia, el porcentaje de individuos estúpidos sigue siendo igual a σ; sin embargo, en el resto de la población Cipolla observa, sobre todo entre los individuos que están en el poder, una alarmante proliferación de bandidos con un elevado porcentaje de estupidez. Y entre los que no están en el poder, un igualmente alarmante crecimiento del número de los desgraciados incautos. Tal cambio en la composición de la población de los no estúpidos es el que refuerza inevitablemente el poder destructivo de la fracción σ y conduce al país a la ruina.
SEGUNDA LEY. "La probabilidad de que una persona determinada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona".
TERCERA LEY. "Una persona estúpida es una persona que causa un daño a otra persona o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio".
CUARTA LEY. "Las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas. Los no estúpidos, en especial, olvidan constantemente que en cualquier momento y lugar, y en cualquier circunstancia, tratar y/o asociarse con individuos estúpidos se manifiesta infaliblemente como costosísimo error".
QUINTA LEY. "La persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que existe. El estúpido es más peligroso que el malvado".
Primera Ley Fundamental: Siempre, e inevitablemente, cada uno de nosotros subestimamos el número de individuos estúpidos en circulación
A primera vista esta afirmación puede parecer trivial, o más bien obvia, o poco generosa; o quizás las tres cosas a la vez. Sin embargo, un examen más atento revela de lleno la rotunda veracidad de esta afirmación. Cipolla considera que por muy alta que sea la estimación cuantitativa que se haga de la estupidez humana, siempre quedaremos sorprendidos de forma repetida y recurrente por el hecho de que personas que uno ha considerado racionales e inteligentes en el pasado resultan ser inequívocamente estúpidas. Día tras día, con una monotonía incesante, vemos cómo entorpecen y obstaculizan nuestra actividad individuos obstinadamente estúpidos, que aparecen de improviso e inesperadamente en los lugares y en los momentos menos oportunos.
La Primera Ley Fundamental impide la atribución de un valor numérico a la fracción de personas estúpidas respecto del total de la población. Cualquier estimación numérica resultaría ser una subestimación. Por ello en las líneas que siguen se designará la proporción de personas estúpidas en el seno de una población con el símbolo σ.
Segunda Ley Fundamental: La probabilidad de que cierta persona sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de esa persona.
No todos los humanos son iguales ya que unos son más estúpidos que otros. Según Cipolla, el grado de estupidez viene determinado genéticamente por la naturaleza, pero no está asociado a ninguna otra característica de raza, sexo, nacionalidad o profesión.
El profesor Cipolla realizó amplios estudios demográficos con muy diversos sectores de la población. Inicialmente afirma haber comprobado que entre los trabajadores "de cuello azul" existía una fracción σ de estúpidos y que esa fracción era mayor de lo que esperaba, con lo que se confirmaba la primera Ley. Sospechando que podía deberse a falta de cultura o a marginalidad social estudió muestras de trabajadores "de cuello blanco" y a estudiantes, comprobando que entre ellos se mantenía la misma proporción. Más sorprendido aún quedó al medir el mismo parámetro entre los profesores de universidad. Decidió por tanto expandir sus estudios hasta la élite de la sociedad, los laureados con el Premio Nobel. El resultado confirmó el poder supremo de la naturaleza: una proporción σ de laureados con el Nobel son estúpidos.
Tercera Ley Fundamental (o de Oro): una persona estúpida es aquella que causa pérdidas a otra persona o grupo de personas sin obtener ninguna ganancia para sí mismo e incluso incurriendo en pérdidas.
El análisis de costes y beneficios de Carlo M. Cipolla permite clasificar a los seres humanos en cuatro tipos de personas, cada uno de los cuales ocupa un cuadrante en un sistema de coordenadas. Si representamos en el eje de abcisas el beneficio, positivo o negativo, que obtiene el individuo y en el eje de ordenadas el beneficio (+) o coste (-) que causa a los demás, podemos definir y estimar las coordenadas de los siguientes tipos:
Desgraciado (D) Aquel que se causa un perjuicio a sí mismo, beneficiando a los demás.
Inteligente (I) Aquel que se beneficia a sí mismo, beneficiando a los demás.
Bandido (B) Aquel que obtiene beneficios para sí mismo, perjudicando a los demás.
Estúpido (E) Aquel que causa pérdidas a otros, perjudicándose a la vez a sí mismo.
Distribución de Frecuencia
La mayoría de los individuos no actúa consistentemente. Bajo ciertas circunstancias una persona puede actuar inteligentemente y en otras actuar como desgraciado. La única importante excepción a esta regla es la de las personas estúpidas que normalmente muestran una fuerte tendencia hacia un comportamiento estúpido en cualquier actividad o empresa. Para los demás, podremos calcular su posición en el eje de coordenadas del gráfico 1 como una media de los resultados de sus acciones en términos de costes y beneficios causados sobre sí mismos y sobre los demás. Esta posibilidad nos permite hacer la siguiente digresión:
Consideraremos un "bandido perfecto" aquel que mediante sus acciones obtiene para sí mismo un beneficio igual al coste que origina en los demás. Es el caso del ladrón que roba a otro cien euros sin causarle ningún coste adicional. Esta situación puede ser definida como un "juego de suma cero" en el que el conjunto de la sociedad ni gana ni pierde. El "bandido perfecto" quedaría representado en el eje de coordenadas del gráfico 2 sobre la línea OM que bisecta el cuadrante B.
Sin embargo los "bandidos perfectos" son relativamente escasos. Es más frecuente que haya "bandidos inteligentes" (Bi) que obtienen más beneficios que los costes que causan, o "bandidos estúpidos" (Be), que para obtener algún beneficio causan un coste alto a los demás. Desgraciadamente los bandidos que permanecen por encima de la línea OM son relativamente poco numerosos. Es mucho más frecuente el individuo Be. Ejemplo de este último puede ser el ladrón que destroza los cristales de un coche para robar su radio o el que asesina a alguien para irse con su mujer a pasar un fin de semana en Montecarlo.
El poder de la estupidez
Los estúpidos son peligrosos y funestos porque a las personas razonables les resulta difícil imaginar y entender un comportamiento estúpido. Una persona inteligente puede entender la lógica de un bandido. Las acciones de un bandido siguen un modelo de racionalidad. El bandido quiere obtener beneficios. Puesto que no es suficientemente inteligente como para imaginar métodos con que obtener beneficios para sí procurando también beneficios a los demás, deberá obtener su beneficio causando pérdidas a su prójimo. Ciertamente, esto no es justo, pero es racional, y siendo racional, puede preverse. En definitiva, las relaciones con un bandido son posibles puesto que sus sucias maniobras y sus deplorables aspiraciones pueden preverse y, en la mayoría de los casos, se puede preparar la oportuna defensa.
Con una persona estúpida todo esto es absolutamente imposible. Tal como está implícito en la Tercera Ley Fundamental, una criatura estúpida nos perseguirá sin razón, sin un plan preciso, en los momentos y lugares más improbables y más impensables. No existe modo racional de prever si, cuando, cómo y por qué, una criatura estúpida llevará a cabo su ataque. Frente a un individuo estúpido, uno está completamente desarmado.
Puesto que las acciones de una persona estúpida no se ajustan a las reglas de la racionalidad, es lógico pensar que tienen todas las de ganar porque generalmente el ataque nos coge por sorpresa. Incluso cuando se tiene conocimiento del ataque, no es posible organizar una defensa racional porque el ataque, en sí mismo, carece de cualquier tipo de estructura racional.
El hecho de que la actividad y los movimientos de una criatura estúpida sean absolutamente erráticos e irracionales, no sólo hace problemática la defensa, sino que hace extremadamente difícil cualquier contraataque. Y hay que tener en cuenta también otra circunstancia: la persona inteligente sabe que es inteligente; el bandido es consciente de que es un bandido y el desgraciado incauto está penosamente imbuido del sentido de su propia candidez. Pero al contrario que todos estos personajes, el estúpido no sabe que es estúpido y esto contribuye en gran medida a dar mayor fuerza, incidencia y eficacia a su poder devastador.
Cuarta Ley Fundamental: Las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas. Los no estúpidos, en especial, olvidan constantemente que en cualquier momento, lugar y circunstancia, tratar y/o asociarse con individuos estúpidos se manifiesta infaliblemente como un costosísimo error.
No hay que asombrarse de que las personas desgraciadas e incautas, es decir, las que en los gráficos 1 y 2 se sitúan en el cuadrante D, no reconozcan la peligrosidad de las personas estúpidas. El hecho no representa sino una manifestación más de su falta de previsión. Pero lo que resulta verdaderamente sorprendente es que tampoco las personas inteligentes ni los bandidos consiguen muchas veces reconocer el poder devastador y destructor de la estupidez. Es extremadamente difícil explicar por qué sucede esto. Se puede tan sólo formular la hipótesis de que, a menudo, tanto los inteligentes como los bandidos, cuando son abordados por individuos estúpidos, cometen el error de abandonarse a sentimientos de autocomplacencia y desprecio en lugar de preparar la defensa y segregar inmediatamente cantidades ingentes de adrenalina ante tamaña situación de peligro.
Uno de los errores más comunes es llegar a creer que una persona estúpida sólo se hace daño a sí misma, pero esto no es más que confundir la estupidez por la candidez de los desgraciados.
A veces hasta se puede caer en la tentación de asociarse con un individuo estúpido con el objeto de utilizarlo en provecho propio. Tal maniobra no puede tener más que efectos desastrosos porque:
a) Está basada en la total incomprensión de la naturaleza esencial de la estupidez y
b) Da a la persona estúpida la oportunidad de desarrollar sus capacidades aún más allá de lo originalmente supuesto. Uno puede hacerse la ilusión de que está manipulando a una persona estúpida y, hasta cierto punto, puede que incluso lo consiga, pero debido al comportamiento errático del estúpido, no se pueden prever todas sus acciones y reacciones y muy pronto uno se verá arruinado y destruido sin remedio.
A lo largo de los siglos, en la vida pública y privada, innumerables personas no han tenido en cuenta la Cuarta Ley Fundamental y esto ha ocasionado pérdidas incalculables.
Macroanálisis y Quinta Ley Fundamental: La persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que existe.
Las consideraciones finales de la Ley cuarta nos conducen a un análisis de tipo "macro", según el cual, en lugar del bienestar individual, se toma en consideración el bienestar de la sociedad, definido, en este contexto, como la suma algebraica de las condiciones del bienestar individual. Es esencial para efectuar este análisis una completa comprensión de la Quinta Ley Fundamental. No obstante, es preciso añadir que de las cinco leyes fundamentales, la Quinta es, de largo, las más conocida.
El corolario de la ley dice así: "El estúpido es más peligroso que el bandido".
La formulación de la ley y el corolario son aún del tipo "micro". Sin embargo, tal como hemos anunciado anteriormente, la ley y su corolario tienen profundas implicaciones de naturaleza "macro". Si todos los miembros de una sociedad fuesen bandidos perfectos, la sociedad quedaría en una situación estancada pero no se producirían grandes desastres. Todo quedaría reducido a transferencias masivas de riqueza y bienestar. Pero cuando los estúpidos entran en acción las cosas cambian completamente. La personas estúpidas ocasionan pérdidas a otras personas sin obtener ningún beneficio para ellas mismas y, por consiguiente, la sociedad entera se empobrece.
El gráfico 3 muestra un sistema de clasificación simple entre las acciones que causan beneficio o perjuicio a la sociedad como un todo. Toda actividad representable a la derecha de la línea NOM implica una redistribución con beneficio social neto, mientras que las actividades que caen a la izquierda o debajo de dicha línea implican pérdidas sociales netas.
El profesor Carlo M. Cipolla, erudito historiador que ha investigado intensamente la sociedad clásica romana, la sociedad medieval y muchas otras de la antigüedad, está perfectamente cualificado para afirmar, como hace, que el coeficiente σ es una constante histórica. ¿Por qué entonces unas sociedades prosperan y otras entran en decadencia? Depende exclusivamente de la capacidad de los individuos inteligentes para mantener a raya a los estúpidos.
Más aún: en las sociedades en decadencia, el porcentaje de individuos estúpidos sigue siendo igual a σ; sin embargo, en el resto de la población Cipolla observa, sobre todo entre los individuos que están en el poder, una alarmante proliferación de bandidos con un elevado porcentaje de estupidez. Y entre los que no están en el poder, un igualmente alarmante crecimiento del número de los desgraciados incautos. Tal cambio en la composición de la población de los no estúpidos es el que refuerza inevitablemente el poder destructivo de la fracción σ y conduce al país a la ruina.
4 de enero de 2006
2006 y la conjura de los aparatos
El año ha comenzado con una extraña conjura de aparatos eléctricos... Porque no puede ser casual -no, no puede serlo- que un lavavajillas, un disco duro portátil, un cepillo de dientes eléctrico, y una conexión a Internet, se hayan estropeado a la vez. Podría haber ocurrido en el cambio de milenio, pero estamos en 2006, y cada una de las averías responde, al parecer, a motivos diferentes...
El lavavajillas se estropeó, a decir del técnico, por una sobrecarga de tensión (entiendo que achacable a la compañía eléctrica). El infarto electrónico hizo que el cerebro del aparato se negara a pedir agua de la toma, como el nuestro se puede negar a que las piernas intenten caminar... Y como la placa viene sellada con una capa de silicona, lo que antes se arreglaba cambiando un componente o un fusible, exige hoy un trasplante completo. Quizás el lavavajillas se ha automutilado, en un gesto de rebeldía contra la sobredosis de detergente que acompaña a estas fechas.
Lo de la memoria portátil es más grave, en la medida en que muchos ingenuos aprovechamos estas fechas para formatear el disco duro interno, para hacer limpieza de archivos obsoletos o corruptos. De modo que hoy me encuentro huérfano de miles de bytes (im)prescindibles, que se resisten a salir de sus sectores tras la resaca de fin de año... Se da la paradoja adicional de que, mientras se anuncian discos duros portátiles con 160 Gb por menos de 200 €, el servicio técnico me amenaza con una factura estratosférica si quiero recuperar mis 30 Gb de vivencias varias. Está claro que, en este caso, se trata de una venganza del disco auxiliar, en respuesta a la ejecución de los archivos homónimos del disco interno.
El cepillo de dientes ha pasado a mejor vida sin más, negándose a recargar, tras una rutinaria vida de dos años. Curiosamente, se va, como llegó, cerca del día de Reyes... ¿Estarán programados para su autodestrucción y reposición?
Por último, Telefónica ha tenido a bien felicitar el nuevo año a algunos usuarios de tarifa plana, con la suspensión del servicio durante un par de días. Sin duda lo ha hecho por nuestro bien, para que nos dediquemos intensamente a la vida familiar... Pero me angustia comprobar, cuando no la tienes, la dependencia que causa la información que llega cada día a través de Internet.
En definitiva, el año ha comenzado con extrañas coincidencias. Es decir, como cualquier otro año...
El lavavajillas se estropeó, a decir del técnico, por una sobrecarga de tensión (entiendo que achacable a la compañía eléctrica). El infarto electrónico hizo que el cerebro del aparato se negara a pedir agua de la toma, como el nuestro se puede negar a que las piernas intenten caminar... Y como la placa viene sellada con una capa de silicona, lo que antes se arreglaba cambiando un componente o un fusible, exige hoy un trasplante completo. Quizás el lavavajillas se ha automutilado, en un gesto de rebeldía contra la sobredosis de detergente que acompaña a estas fechas.
Lo de la memoria portátil es más grave, en la medida en que muchos ingenuos aprovechamos estas fechas para formatear el disco duro interno, para hacer limpieza de archivos obsoletos o corruptos. De modo que hoy me encuentro huérfano de miles de bytes (im)prescindibles, que se resisten a salir de sus sectores tras la resaca de fin de año... Se da la paradoja adicional de que, mientras se anuncian discos duros portátiles con 160 Gb por menos de 200 €, el servicio técnico me amenaza con una factura estratosférica si quiero recuperar mis 30 Gb de vivencias varias. Está claro que, en este caso, se trata de una venganza del disco auxiliar, en respuesta a la ejecución de los archivos homónimos del disco interno.
El cepillo de dientes ha pasado a mejor vida sin más, negándose a recargar, tras una rutinaria vida de dos años. Curiosamente, se va, como llegó, cerca del día de Reyes... ¿Estarán programados para su autodestrucción y reposición?
Por último, Telefónica ha tenido a bien felicitar el nuevo año a algunos usuarios de tarifa plana, con la suspensión del servicio durante un par de días. Sin duda lo ha hecho por nuestro bien, para que nos dediquemos intensamente a la vida familiar... Pero me angustia comprobar, cuando no la tienes, la dependencia que causa la información que llega cada día a través de Internet.
En definitiva, el año ha comenzado con extrañas coincidencias. Es decir, como cualquier otro año...
30 de diciembre de 2005
"La noche cíclica", por J.L. Borges (en memoria de Hernandez Pijuán)
Lo supieron los arduos alumnos de Pitágoras:
los astros y los hombres vuelven cíclicamente;
los átomos fatales repetirán la urgente
Afrodita de oro, los tebanos, las ágoras.
En edades futuras oprimirá el centauro
con el casco solípedo el pecho del lapita;
cuando Roma sea polvo, gemirá en la infinita
noche de su palacio fétido el minotauro.
Volverá toda noche de insomnio: minuciosa.
La mano que esto escribe renacerá del mismo
vientre. Férreos ejércitos construirán el abismo.
(David Hume de Edimburgo dijo la misma cosa).
No sé si volveremos en un ciclo segundo
como vuelven las cifras de una fracción periódica;
pero sé que una oscura rotación pitagórica
noche a noche me deja en un lugar del mundo
que es de los arrabales. Una esquina remota
que puede ser del Norte, del Sur o del Oeste,
pero que tiene siempre una tapia celeste,
una higuera sombría y una vereda rota.
Ahí está Buenos Aires. El tiempo que a los hombres
trae el amor o el oro, a mí apenas me deja
esta rosa apagada, esta vana madeja
de calles que repiten los pretéritos nombres
de mi sangre: Laprida, Cabrera, Soler, Suárez...
Nombres en que retumban (ya secretas) las dianas,
las repúblicas, los caballos y las mañanas,
las felices victorias, las muertes militares.
Las plazas agravadas por la noche sin dueño
son los patios profundos de un árido palacio
y las calles unánimes que engendran el espacio
son corredores de vago miedo y de sueño.
Vuelve la noche cóncava que descifró Anaxágoras;
vuelve a mi carne humana la eternidad constante
y el recuerdo ¿el proyecto? de un poema incesante:
«Lo supieron los arduos alumnos de Pitágoras...»
Joan Hernández Pijuán murió ayer a los 74 años de edad.
Hernández Pijuan, fue un creador de imágenes elementales con referencias a la naturaleza. En sus paisajes,Pijuán sintetiza el alma de estos espacios cultivados por el hombre a través de pequeños detalles que hablan de un árbol o un camino que sobresale sobre la planicie de un campo labrado.
La actividad artística de Pijuán evolucionó desde el expresionismo hacia una figuración geométrica. En 1959, formó el grupo Sílex con Carles Planell, Eduardo Alcoy, José María Rovira Brull y Lluís Terricabras. En 1981 fue nombrado catedrático de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Barcelona, siendo decano de dicha facultad de 1992 a 1997. Ingresó en la Academia de San Fernando en 2000.
29 de diciembre de 2005
El tiempo cíclico (a propósito de lo mejor de 2005)
Termina 2005, y se publican las listas con lo mejor del año. Creo, como El Cultural de El Mundo, que "Las Pasiones", de Bill Viola, ha sido la mejor exposición.
Cada fin de año es idéntico al anterior porque nuestra incapacidad para asumir la muerte nos conduce a vivir de forma cíclica, no lineal. En tiempos de agnosticismo, una vida en línea recta se convierte en el peor de los laberintos, porque está abocada a la mayor de las incertidumbres.
Organizando el tiempo de forma cíclica jugamos con la posibilidad de comenzar de nuevo, intentando olvidar proyectos fallidos y recuerdos dolorosos. Clasificar nuestra experiencia en bucles melancólicos nos ilusiona con la sensación de que controlamos el tiempo y los recuerdos en mayor medida de lo que somos capaces de hacerlo.
El fin de año es, por tanto, momento de borrones y cuentas nuevas, de principios y finales, aunque casi siempre se trate de intentos fallidos, porque ni podemos administrar de forma precisa lo que almacena nuestro cerebro, ni somos capaces de adaptar el paso del tiempo al ritmo de nuestras intenciones.
"Las pasiones", de Bill Viola tiene mucho que ver, a mi juicio, con esa percepción circular del tiempo, y con nuestro inútil esfuerzo por controlarlo.
Viola ha tratado de reflejar, según sus propias palabras, "el paso de una ola emocional a través de un ser humano", y a mi juicio lo consigue. Para lograr la conexión entre la obra y su espectador, el movimiento se ralentiza más allá de lo que somos capaces de percibir (hasta 300 fotogramas por segundo), haciendo que las emociones trasciendan su dimensión temporal.
El tiempo circular se presenta en "Las Pasiones" a través de la revisión en clave contemporánea de una temática clásica, y de la presencia de "arcos de intensidad" que alternan emociones contrapuestas (alegría y pena, cólera y miedo); pero, sobre todo, tiene que ver con la dolorosa experiencia de la muerte de un ser querido, y la evidencia, en ese momento, de que somos incapaces de controlar el tiempo de una vida que se va, arrastrando, con ella, parte de la nuestra (el padre de Viola falleció en 1998,cuando el artista comenzaba a concebir esta serie).
Cada fin de año es idéntico al anterior porque nuestra incapacidad para asumir la muerte nos conduce a vivir de forma cíclica, no lineal. En tiempos de agnosticismo, una vida en línea recta se convierte en el peor de los laberintos, porque está abocada a la mayor de las incertidumbres.
Organizando el tiempo de forma cíclica jugamos con la posibilidad de comenzar de nuevo, intentando olvidar proyectos fallidos y recuerdos dolorosos. Clasificar nuestra experiencia en bucles melancólicos nos ilusiona con la sensación de que controlamos el tiempo y los recuerdos en mayor medida de lo que somos capaces de hacerlo.
El fin de año es, por tanto, momento de borrones y cuentas nuevas, de principios y finales, aunque casi siempre se trate de intentos fallidos, porque ni podemos administrar de forma precisa lo que almacena nuestro cerebro, ni somos capaces de adaptar el paso del tiempo al ritmo de nuestras intenciones.
"Las pasiones", de Bill Viola tiene mucho que ver, a mi juicio, con esa percepción circular del tiempo, y con nuestro inútil esfuerzo por controlarlo.
Viola ha tratado de reflejar, según sus propias palabras, "el paso de una ola emocional a través de un ser humano", y a mi juicio lo consigue. Para lograr la conexión entre la obra y su espectador, el movimiento se ralentiza más allá de lo que somos capaces de percibir (hasta 300 fotogramas por segundo), haciendo que las emociones trasciendan su dimensión temporal.
El tiempo circular se presenta en "Las Pasiones" a través de la revisión en clave contemporánea de una temática clásica, y de la presencia de "arcos de intensidad" que alternan emociones contrapuestas (alegría y pena, cólera y miedo); pero, sobre todo, tiene que ver con la dolorosa experiencia de la muerte de un ser querido, y la evidencia, en ese momento, de que somos incapaces de controlar el tiempo de una vida que se va, arrastrando, con ella, parte de la nuestra (el padre de Viola falleció en 1998,cuando el artista comenzaba a concebir esta serie).
27 de noviembre de 2005
¡Números mandan!
707.157 días vividos.
¿Por qué fracasamos de manera reiterada a la hora de cumplir determinados proyectos que exigen periodicidad, como escribir un diario?
¿Qué relación existe entre los números que representan períodos de tiempo, y nuestra capacidad para llevar a cabo una tarea?
¿Cuantas veces hemos intentado comenzar algo, de nuevo, el 1 de enero, el 1 de septiembre, el día de cumpleaños, o el siguiente lunes?
Quizás esa frustración latente tiene que ver con fijar un punto de partida, y no un lugar de llegada.
Por ejemplo, 292.843 días restan para llegar a 1.000.000 días vividos, lo que, en sí mismo, no es mejor que llegar a 1.003.643, aunque nos lo pueda parecer. Es indudable que 292.943, como meta, suena mejor que 707.157, como recorrido. Otro día escribiré de la incertidumbre, los recuerdos, y la incertidumbre de los recuerdos.
Los números han tenido hasta hora mucho que ver con casi todas las cosas que he vivido, y no sólo al marcar un ritmo propio e inexorable.
El TRES estaba en aquel 12 de octubre de 1069, en que vi por primera vez la luz. Y quizás tenga que ver, el tiempo lo dirá, con el momento en que la vea por última vez. También estaban el DOS y el SEIS en menor medida, o incluso el CINCO. No aparecía el SIETE, que surgió después. No sé cual es el motivo, pero tengo la certeza de que es así.
Ningún número ha sido ajeno, entre otras cosas, porque en cada número se encuentran todos los demás, siguiendo un orden, desconcertante a veces, pero siempre preciso.
Y más allá de la lectura simplista que se pueda hacer sobre la duración de la infancia, la pubertad y la madurez, mis ciclos vitales han venido durando, hasta ahora, OCHO años: Hasta los ocho, de los ocho a los dieciseis, de los dieciseis a los veinticuatro, de ahí a los treinta y dos, y de los treinta y dos hacia los cuarenta.
Los cuarenta, el 12 de octubre de 2009.
Las 14:00 PM del 27 de noviembre de 2005. Hora de almorzar.
¿Por qué fracasamos de manera reiterada a la hora de cumplir determinados proyectos que exigen periodicidad, como escribir un diario?
¿Qué relación existe entre los números que representan períodos de tiempo, y nuestra capacidad para llevar a cabo una tarea?
¿Cuantas veces hemos intentado comenzar algo, de nuevo, el 1 de enero, el 1 de septiembre, el día de cumpleaños, o el siguiente lunes?
Quizás esa frustración latente tiene que ver con fijar un punto de partida, y no un lugar de llegada.
Por ejemplo, 292.843 días restan para llegar a 1.000.000 días vividos, lo que, en sí mismo, no es mejor que llegar a 1.003.643, aunque nos lo pueda parecer. Es indudable que 292.943, como meta, suena mejor que 707.157, como recorrido. Otro día escribiré de la incertidumbre, los recuerdos, y la incertidumbre de los recuerdos.
Los números han tenido hasta hora mucho que ver con casi todas las cosas que he vivido, y no sólo al marcar un ritmo propio e inexorable.
El TRES estaba en aquel 12 de octubre de 1069, en que vi por primera vez la luz. Y quizás tenga que ver, el tiempo lo dirá, con el momento en que la vea por última vez. También estaban el DOS y el SEIS en menor medida, o incluso el CINCO. No aparecía el SIETE, que surgió después. No sé cual es el motivo, pero tengo la certeza de que es así.
Ningún número ha sido ajeno, entre otras cosas, porque en cada número se encuentran todos los demás, siguiendo un orden, desconcertante a veces, pero siempre preciso.
Y más allá de la lectura simplista que se pueda hacer sobre la duración de la infancia, la pubertad y la madurez, mis ciclos vitales han venido durando, hasta ahora, OCHO años: Hasta los ocho, de los ocho a los dieciseis, de los dieciseis a los veinticuatro, de ahí a los treinta y dos, y de los treinta y dos hacia los cuarenta.
Los cuarenta, el 12 de octubre de 2009.
Las 14:00 PM del 27 de noviembre de 2005. Hora de almorzar.
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