26 de febrero de 2006

Esencias mexicanas: Hotel Camino Real, de Legorreta

Como en anteriores visitas a México, me he alojado en el Hotel Camino Real, uno de mis hoteles favoritos en Iberoamérica.


El Camino Real (Ricardo Legorreta,1968) es, en conjunto, uno de los mejores hoteles urbanos en los que he estado. Eso no implica que las habitaciones sean gran cosa, ni el trato especialmente exquisito. Tampoco es un hotel excesivamente caro (hay ofertas en internet desde 90 dólares/noche), ni incorpora las comodidades de los modernos hoteles-boutique.

Lo que hace relevante al Hotel Camino Real es su portentosa arquitectura, que sigue estando de actualidad, pese al empeño de sus propietarios por devaluarlo, sustituyendo los sutiles colores pastel por brillante pintura plástica, o reponiendo el mobiliario de autor por restos de serie de origen inclasificable.

El Camino Real es un hotel de rincones y vistas; todos sus espacios relevantes se pueden conocer mediante un "paseo arquitectónico" elaborado a partir de una decena de fotos. Hay tres ámbitos del hotel QUE destacan sobre el resto: el atrio de acceso, el lobby, y el bar azul, quizás la pieza más barraganiana del conjunto.

El atrio de entrada es fascinante, debido al hipnótico efecto de la escultura-fuente que reproduce de forma certera la fuerza del mar. Tres potentes muros de colores, blanco, amarillo y rosa, y una escultura-celosía, también rosa, acotan este primer espacio intermedio entre el hotel y la ciudad.


Lo mejor del lobby es, a mi juicio, el sabio ejercicio que Legorreta hace de los cambios de nivel. Si uno mira desde el lobby hacia el bar azul, y fija la mirada más allá de la celosía, en el pasillo que conduce a las habitaciones, se percibe claramente que no era necesario tal cambio de alturas, sino que se trata de un ejercicio intencionado de estilo.

En otras palabras, para llegar a una habitación de la planta primera desde la calle, nos vemos obligados a bajar, para, inmediatamente después, volver a subir hasta el mismo nivel. Entiendo que Legorreta pretende graduar el acceso, dándole un cierto carácter ritual, y cierto misterio.

Es interesante el uso que se hace de bancos-esculturas de alabastro para modular el inmenso espacio del lobby, tarea a la que también colabora el taqueado de las molduras del techo, presente en todas las zonas comunes.

Dos grandes obras de arte completan este ámbito: "El hombre frente al infinito", de Rufino Tamayo, y el impresionante "Abstracto en dorado", de Mathias Goeritz.


El bar azul es el mejor lugar de México para tomar una margarita, mientras se escucha jazz en directo y el sonido del agua que circula bajo los pies. Un lugar en el que, mientras se contempla la rotunda arquitectura del cubo azul, uno puede comparar la comodidad de butacas diseñadas por Mies, Frank L. Wright, Le Corbusier, Saarinen o Gehry, por poner sólo unos ejemplos. No diré cual es mi veredicto de tal prueba, porque supondría poner en tela de juicio la elección de algun mueble de mi propia casa...


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